Wednesday, November 22, 2006
El bloqueo también daña al corazón
Enrique Atiénzar Rivero
No es un secreto que un niño o niña recién nacidos en Cuba portadores de una cardiopatía congénita crítica, puedan morir por falta de Prostanglandina, un medicamento esencial para la sobrevivencia, en espera de la cirugía de urgencia.
El doctor Eduardo Pedroso con seis de los 478 niños camagüeyanos operados del corazón.
Este fármaco de una firma estadounidense no puede ser adquirido por nuestro país "gracias" al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, lo cual pone en peligro vidas en edades tempranas.
El Estado cubano para favorecer a su niñez realiza ingentes esfuerzos por adquirir el producto por otras vías, invirtiendo el doble o el triple del costo original.
Otro tanto ocurre para acceder a los catéteres que se emplean en la dilatación de válvulas y cierre de defectos congénitos que, como señaló el doctor Eduardo Pedroso, jefe del servicio de Cardiología del hospital Pediátrico doctor Eduardo Agramonte, de Camagüey, evitarían algunas operaciones, disminuirán el riesgo de infecciones y las prolongadas estancias en los centros asistenciales.
Cuenta el galeno que en 1982 durante su último año de la especialidad en el Instituto de Cardiología, en la capital, llegó a esa institución, acompañado de sus padres, un niño dominicano de tres años de edad, quien anteriormente había viajado a Estados Unidos para que lo operaran del corazón.
El dinero del que disponía la familia, fruto de una colecta popular convocada por un programa de televisión de su país, alcanzó solo para investigaciones preliminares. El hecho de ser pobres los privó del servicio médico. Tuvieron que desistir de someterlo a estudio y de operarlo, aunque no tardó en aparecer la mano solidaria de Cuba.
Los padres de Betsabé, Amada, David, Adriana, Inelis y Dianelis corrieron mejor suerte que los familiares del infante caribeño, gracias a la red cardiopediátrica nacional, con su centro rector anexo al hospital capitalino William Soler.
En opinión del doctor Pedroso, quien creó en 1983 el servicio de cardiología en la institución agramontina, establecer la red nacional en noviembre de 1986, que ahora cumple su aniversario 20, fue una idea muy acertada en política de salud para descubrir la existencia de cardiopatías congénitas.
No es un secreto que un niño o niña recién nacidos en Cuba portadores de una cardiopatía congénita crítica, puedan morir por falta de Prostanglandina, un medicamento esencial para la sobrevivencia, en espera de la cirugía de urgencia.
El doctor Eduardo Pedroso con seis de los 478 niños camagüeyanos operados del corazón.
Este fármaco de una firma estadounidense no puede ser adquirido por nuestro país "gracias" al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, lo cual pone en peligro vidas en edades tempranas.
El Estado cubano para favorecer a su niñez realiza ingentes esfuerzos por adquirir el producto por otras vías, invirtiendo el doble o el triple del costo original.
Otro tanto ocurre para acceder a los catéteres que se emplean en la dilatación de válvulas y cierre de defectos congénitos que, como señaló el doctor Eduardo Pedroso, jefe del servicio de Cardiología del hospital Pediátrico doctor Eduardo Agramonte, de Camagüey, evitarían algunas operaciones, disminuirán el riesgo de infecciones y las prolongadas estancias en los centros asistenciales.
Cuenta el galeno que en 1982 durante su último año de la especialidad en el Instituto de Cardiología, en la capital, llegó a esa institución, acompañado de sus padres, un niño dominicano de tres años de edad, quien anteriormente había viajado a Estados Unidos para que lo operaran del corazón.
El dinero del que disponía la familia, fruto de una colecta popular convocada por un programa de televisión de su país, alcanzó solo para investigaciones preliminares. El hecho de ser pobres los privó del servicio médico. Tuvieron que desistir de someterlo a estudio y de operarlo, aunque no tardó en aparecer la mano solidaria de Cuba.
Los padres de Betsabé, Amada, David, Adriana, Inelis y Dianelis corrieron mejor suerte que los familiares del infante caribeño, gracias a la red cardiopediátrica nacional, con su centro rector anexo al hospital capitalino William Soler.
En opinión del doctor Pedroso, quien creó en 1983 el servicio de cardiología en la institución agramontina, establecer la red nacional en noviembre de 1986, que ahora cumple su aniversario 20, fue una idea muy acertada en política de salud para descubrir la existencia de cardiopatías congénitas.