Thursday, November 02, 2006
"Carta de un cubano en México"
Firmada por Enrique Pérez y publicada el cuatro de mayo de 2006 en Rebelión esta carta dice más de lo que se pueda escribir en cualquier libro de historia sobre Cuba hoy y el resto del mundo.
No fué hasta hoy que la leí y les pido disculpas por haberlos privado durante tanto tiempo de tan impresionante anécdota, espero que les haga reflexionar:
Soy cubano y hace cerca de 5 meses que estoy en México. Lo que hoy les cuento es parte de mi experiencia diaria, es algo que de alguna manera me había sucedido antes, otras veces, desde que estoy aquí, pero que hoy, en la forma en que me sucedió y por alguna razón, me golpeó en la cara como una bofetada.Hace sólo unos minutos estaba yo dando vueltas por la cocina haciendo no se qué cosa y de pronto veo a mi esposa que entra buscando agua y me dice que es un chico que está fuera de la casa el que se la ha pedido. Salgo y por costumbre (cubana) le digo al chico que pase, no me gusta que esperen fuera, nunca me gustó dejar a nadie fuera de la casa esperando por algo.
Entra el chico y debía de tener cerca de diez años, bajito, de pelo liso, traía un recipiente plástico en las manos. Me pareció por la forma en que se conducía que debía de tener algún problema de retraso leve o algo así o quizás no, quizás sólo estaba desconcertado probablemente por el trato. Regresó a por el agua, se la llevó, la toma sin dejar de mirar con unos ojos entre asustados y tristes. Luego de que termina hace por salir y entonces trata de venderme lo que al final llevaba en el recipiente, que eran tamales o empanadas.
Mi esposa me pregunta si llevo sencillo arriba y le digo que no, que no traigo y le miro como diciéndole - "otro día será" - y ahí mismo se me empieza a aflojar el chico y me empieza a rebajar el precio (que ya era bajo) de aquello que traía en el recipiente, y me decía: "se los dejo todos por cuarenta pesos". Y luego, casi con lágrimas en los ojos, me dice: "se los dejo en veinte pesos". Y yo de imbécil que no, que no tengo dinero (y sí había dinero en la casa) y finalmente cerramos la puerta. En el momento en que la cierro me han venido de golpe treinta y tantos años en mi patria de no ver un chico sin zapatos en la calle, de no ver un niño sin vacunas, sin amparo, sin escuelas, sin atención médica, un niño que tenga que prostituirse o que vender nada en la calle, o limpiar cristales mientras evaden el trafico demente de las ciudades y se tragan el humo de tantos y tantos automóviles de lujo.
Me sentí un mierda por haberle negado al chico, aunque hubiera sido comprarle los tamales o lo que fuera en el precio que fuera y tuve que volver a abrir y subí las escaleras y tomé algún dinero que encontré, veintitantos pesos, y se los di y le dije quédate tus empanadas, toma este dinero y la porquería de dinero que le estaba dando me hizo sentir más basura todavía, más egoísta y sentí vergüenza y recordé todos mis años en Cuba de necesidades y carencias que al lado de la carita triste del chico me parecieron un paraíso y entendí como vengo entendiendo desde que estoy aquí cuán grande es mi pueblo, ese que anda a pie, que estira el pollo para que alcance para todos, que comparte el azúcar y las medicinas con la vecina, ese que se va a las marchas con agua con azúcar en la barriga muchas veces pero que no duerme sin comer, el de las guaguas rellenas hasta el techo, el de los apagones, el de todos los días, el que no cede.
Mientras tanto, el resto del mundo sigue escupiendo en la cara de Cuba y hablo de los poderosos, pero también del resto de los de abajo que se dejan hipnotizar mientras pegados al televisor miran la novela o la misma historia repetida hasta la saciedad de Carmen Campuzano o de Ana Bárbara y el Pirru o los noticiarios, y repiten la misma letanía contra Cuba - derechos humanos, derechos humanos, dictadura, dictadura y no tienen ni puta idea de lo que son derechos humanos porque nunca los han visto delante, porque les enseñaron que derechos humanos es vilipendiar al prójimo sin vergüenza ni recato y que se les permita y luego le dicen a eso libertad de expresión y etc, etc, etc. Y me preguntan cuando saben que soy cubano: "¿y cómo aguantan ustedes a Fidel?" Y no se les ocurre otra que esa pregunta estúpida y no saben que los que "aguantan" son ellos y ven como lo mas natural del mundo que el presidente que les vendió el país a los americanos salga en la tele diciendo "mañana México será mejor que ayer" (pero no especifica cuándo será "mañana" ni en qué y para quiénes será mejor México).
Ahí se los escribo y les pido perdón a los cubanos que siguen "aguantando", porque muchas veces no entendí muchas cosas en Cuba y hoy las entiendo y a los hermanos mexicanos, a los buenos, a los honrados, a los que piensan que hay algo que no anda bien, mejor se alzan, cuates, que por las buenas ..... no lo creo.
No fué hasta hoy que la leí y les pido disculpas por haberlos privado durante tanto tiempo de tan impresionante anécdota, espero que les haga reflexionar:
Soy cubano y hace cerca de 5 meses que estoy en México. Lo que hoy les cuento es parte de mi experiencia diaria, es algo que de alguna manera me había sucedido antes, otras veces, desde que estoy aquí, pero que hoy, en la forma en que me sucedió y por alguna razón, me golpeó en la cara como una bofetada.Hace sólo unos minutos estaba yo dando vueltas por la cocina haciendo no se qué cosa y de pronto veo a mi esposa que entra buscando agua y me dice que es un chico que está fuera de la casa el que se la ha pedido. Salgo y por costumbre (cubana) le digo al chico que pase, no me gusta que esperen fuera, nunca me gustó dejar a nadie fuera de la casa esperando por algo.
Entra el chico y debía de tener cerca de diez años, bajito, de pelo liso, traía un recipiente plástico en las manos. Me pareció por la forma en que se conducía que debía de tener algún problema de retraso leve o algo así o quizás no, quizás sólo estaba desconcertado probablemente por el trato. Regresó a por el agua, se la llevó, la toma sin dejar de mirar con unos ojos entre asustados y tristes. Luego de que termina hace por salir y entonces trata de venderme lo que al final llevaba en el recipiente, que eran tamales o empanadas.
Mi esposa me pregunta si llevo sencillo arriba y le digo que no, que no traigo y le miro como diciéndole - "otro día será" - y ahí mismo se me empieza a aflojar el chico y me empieza a rebajar el precio (que ya era bajo) de aquello que traía en el recipiente, y me decía: "se los dejo todos por cuarenta pesos". Y luego, casi con lágrimas en los ojos, me dice: "se los dejo en veinte pesos". Y yo de imbécil que no, que no tengo dinero (y sí había dinero en la casa) y finalmente cerramos la puerta. En el momento en que la cierro me han venido de golpe treinta y tantos años en mi patria de no ver un chico sin zapatos en la calle, de no ver un niño sin vacunas, sin amparo, sin escuelas, sin atención médica, un niño que tenga que prostituirse o que vender nada en la calle, o limpiar cristales mientras evaden el trafico demente de las ciudades y se tragan el humo de tantos y tantos automóviles de lujo.
Me sentí un mierda por haberle negado al chico, aunque hubiera sido comprarle los tamales o lo que fuera en el precio que fuera y tuve que volver a abrir y subí las escaleras y tomé algún dinero que encontré, veintitantos pesos, y se los di y le dije quédate tus empanadas, toma este dinero y la porquería de dinero que le estaba dando me hizo sentir más basura todavía, más egoísta y sentí vergüenza y recordé todos mis años en Cuba de necesidades y carencias que al lado de la carita triste del chico me parecieron un paraíso y entendí como vengo entendiendo desde que estoy aquí cuán grande es mi pueblo, ese que anda a pie, que estira el pollo para que alcance para todos, que comparte el azúcar y las medicinas con la vecina, ese que se va a las marchas con agua con azúcar en la barriga muchas veces pero que no duerme sin comer, el de las guaguas rellenas hasta el techo, el de los apagones, el de todos los días, el que no cede.
Mientras tanto, el resto del mundo sigue escupiendo en la cara de Cuba y hablo de los poderosos, pero también del resto de los de abajo que se dejan hipnotizar mientras pegados al televisor miran la novela o la misma historia repetida hasta la saciedad de Carmen Campuzano o de Ana Bárbara y el Pirru o los noticiarios, y repiten la misma letanía contra Cuba - derechos humanos, derechos humanos, dictadura, dictadura y no tienen ni puta idea de lo que son derechos humanos porque nunca los han visto delante, porque les enseñaron que derechos humanos es vilipendiar al prójimo sin vergüenza ni recato y que se les permita y luego le dicen a eso libertad de expresión y etc, etc, etc. Y me preguntan cuando saben que soy cubano: "¿y cómo aguantan ustedes a Fidel?" Y no se les ocurre otra que esa pregunta estúpida y no saben que los que "aguantan" son ellos y ven como lo mas natural del mundo que el presidente que les vendió el país a los americanos salga en la tele diciendo "mañana México será mejor que ayer" (pero no especifica cuándo será "mañana" ni en qué y para quiénes será mejor México).
Ahí se los escribo y les pido perdón a los cubanos que siguen "aguantando", porque muchas veces no entendí muchas cosas en Cuba y hoy las entiendo y a los hermanos mexicanos, a los buenos, a los honrados, a los que piensan que hay algo que no anda bien, mejor se alzan, cuates, que por las buenas ..... no lo creo.